By Gary Gibbs
¿Quién la adorará?
En los últimos años hemos visto cómo se cumplen muchas de las profecías apocalípticas. Ser testigo de estos acontecimientos ha sido una experiencia no solo emocionante, interesante y fortalecedora, sino también trascendente, puesto que las profecías que ya se han cumplido, indican que los eventos de los últimos días están a las puertas.
Tristemente, algunos cristianos se rehúsan a aceptar que el cumplimiento de la profecía de Apocalipsis 13 es casi una realidad. “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo… y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia... Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”. (Apocalipsis 13:1-3, 15-17).
Sin duda es una profecía amedrentadora. Predice que una coalición de poderes religiosos y políticos se alinearán bajo el liderazgo del poder del Anticristo para sumir al mundo en un caldero hirviente de aflicción. “Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces” (Daniel 12:1). Algunos estudiosos de la profecía bíblica sugieren que esta tribulación es peor de lo que nos imaginamos.
Con un futuro tan sombrío, no es difícil comprender porqué algunos optan por ignorar los eventos de los últimos días. Muchos que intentan estudiar las profecías tienen tal temor de vivir bajo el reinado de terror de la bestia, que se convierten en presa fácil de las falsas doctrinas. Las engañosas enseñanzas que predicen el rapto antes de la tribulación, con el Armagedón y la marca de la bestia como telón de fondo, parecen atractivas. Pero el desconocimiento y la falsa doctrina dejarán desprovistas y confundidas a sus víctimas, cuando el vestido hecho de hojas de higuera se seque y se deshaga, debido al fulminante estallido de la tribulación final.
El deseo de vivir en paz y seguros es comprensible. Muy pocos, en momentos de introspección, serán capaces de salir en defensa de Dios y de su verdad, cuando los demonios invadan la tierra. Pese a este temor y antipatía naturales, no debemos creer en promesas de paz y seguridad que no estén fundadas en la infalible Palabra de Dios. Aunque lo mejor sea enfocarnos en el amor de Dios por el pecador y en la auténtica seguridad que resulta de hacer de Dios el centro de nuestras vidas, debemos prestar atención a las advertencias del Espíritu en cuanto a los eventos finales.
Nuestro foco de atención debe ser la advertencia bíblica, que nos alerta acerca de la adoración a la bestia. Consideremos lo siguiente: Los que adoren a la bestia, no compartirán la experiencia de la vida eterna con Jesús en el nuevo y glorioso mundo (Apocalipsis 13:8); Serán partícipes de las dolorosas y aterradoras siete últimas plagas (Apocalipsis 16:2); y finalmente, serán destruidos por los fuegos del infierno (Apocalipsis 14:9-11). Sin lugar a dudas, no queremos identificarnos con los que adoran a la bestia.
Pero, ¿qué garantiza nuestra exclusión de este grupo? Recordemos que este grupo lo comprende una muchedumbre de gente. Apocalipsis 13:3 dice que “se maravilló toda la tierra en pos de la bestia”.
Aunque útil, el conocimiento de la identidad de la bestia no constituye una vía de escape. Judas sabía que Jesús era el Mesías, pero lo traicionó. De igual manera, muchos entendidos de las profecías del tiempo del fin, terminarán del lado de la bestia. El conocimiento en definitiva no es suficiente. Entonces, ¿Cómo podemos estar del lado vencedor cuando todo acabe? ¿Quiénes adorarán a la bestia? y ¿Qué podemos hacer ahora para evitar ser parte de ese grupo?El conflicto final
Primero, el conflicto final se centrará en la adoración. Antes del fin, habrá solo dos grupos en la tierra: los que adoran a la bestia y los que adoran al Creador. Lo que dividirá al mundo, será la adoración al Creador versus la adoración a la criatura. Todos tendremos que elegir a quién adorar.
¿Qué obligará a los habitantes de la tierra a elegir entre la criatura y el Creador? La Biblia predice que la bestia ejercerá una enorme influencia política en el mundo. Actuando con autoridad, este poder exige que se le adore. Los que se rehúsen a hacerlo, serán víctimas de un boicot financiero, y finalmente serán condenados a muerte. “Y se le permitió infundir aliento… e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos… se les pusiese una marca… y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13:15-17).
Mientras que la bestia obliga a que se le adore, Dios de forma misericordiosa nos advierte en contra de este poder y nos insta a adorarlo como Creador. “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas… Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios...” (Apocalipsis 14:6-10).
El panorama es claro. En los últimos días, el mundo entero estará en medio del conflicto entre dos fuerzas cósmicas. No habrá terreno neutral o zona desmilitarizada. Todos tendremos que tomar la decisión de a quién servir y a quién adorar.
La batalla sobre a quién adorar
Esta última batalla sobre la adoración es en realidad, la culminación del conflicto que se originó en el cielo antes de la creación del hombre. El autor de la rebelión inició esta guerra entre “la criatura y el Creador”, cuando se atrevió a codiciar el trono del Creador. Lucifer, un ángel creado, pensó que su superior belleza e inteligencia, lo hacían apto para gobernar el universo mejor que el Creador. “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero…!Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14).
Sigilosamente, lanzó su campaña para ganarse el afecto de los ángeles y logró atraer a un tercio de ellos (Apocalipsis 12:4-9). Exigiendo la adoración debida solo al Creador, estos ángeles intentaron apoderarse del trono de Dios, obligando a Dios a tomar medidas drásticas. Apocalipsis 12:7 dice: “Después hubo una gran batalla en el cielo”. Para proteger la sobrevivencia del universo, Dios echó a Satanás y a sus ángeles del cielo.
Pero esto fue el comienzo de la lucha de Satanás por conseguir que se lo adore, un conflicto que ha durado miles de años y ha costado millones de vidas. Fuera del cielo, Satanás se empeñó en lograr que Adán y Eva lo adoraran y le sirvieran. Para evitar adorar a la bestia al final del tiempo, es necesario entender la prueba por la que pasaron nuestros primeros padres respecto a la adoración.
¿Por qué comió Eva el fruto del árbol prohibido? Simplemente por no confiar en Dios. Creyó más en las palabras de la serpiente que en las palabras del Creador. Adán también desconfió de Dios, pero a diferencia de Eva, él no fue engañado (1 Timoteo 2:14). La decisión de Adán de comer el fruto prohibido fue consciente y deliberada. No podía imaginarse la vida sin Eva. Peor aún, no creyó que Dios encontraría una solución aceptable, que lo hiciera feliz, para lidiar con la desobediencia de Eva.
La falta de confianza de nuestros primeros padres los llevó a desobedecer. Esta desobediencia se convirtió en un acto de adoración a la serpiente. Notemos que la adoración y la obediencia son sinónimos. “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…?” (Romanos 6:16). Cuando el diablo tentó a Jesús a postrarse y adorarlo, éste reveló que el acto de adoración va unido al servicio y a la obediencia. “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:10).
Cuando Adán y Eva creyeron las mentiras de la serpiente en vez de las ordenanzas de Dios, aceptaron rendir tributo a la criatura. En realidad, adoraron a la bestia. El conflicto final vuelve a colocar al hombre en la misma situación de decisión a la que fueron sometidos nuestros primeros padres en el Edén. ¿Obedeceremos y adoraremos a la bestia u obedeceremos y adoraremos al Creador? Tanto la primera prueba como la última, contienen los mismos elementos: la serpiente y sus mentiras, la adoración, la obediencia versus la desobediencia y el castigo de ser expulsado del reino de Dios. El regreso del hombre al árbol de la vida es básicamente, caminar en los pasos de nuestros primeros padres y recorrer el sendero de la misma prueba:
¿Confiaremos en Dios como para obedecerle? Solo aquellos que obedezcan a Dios con confianza entrarán por las puertas de perlas. “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” (Apocalipsis 22:14).
La adoración de la bestia por parte de Adán y Eva, sentó las bases a la falsa adoración. Estudie cualquier religión que no tenga la verdad y se dará cuenta que está fundamentada en la desconfianza y la desobediencia a Dios. Pablo argumenta sobre este punto: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que… cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador…” (Romanos 1:21-25). Cada vez que aprendemos una verdad bíblica y nos negamos a obedecerla,, adoramos a la criatura en lugar del Creador. Hemos puesto nuestra propia opinión y sentimientos por encima de la voluntad revelada de Dios.El humanismo secular
La época en que vivimos ha normalizado la falsa religión centrada en la egolatría. Hasta tiene nombre: Humanismo. Hace miles de años, Dios predijo este movimiento humanista, representado en la profecía por el rey del sur (Daniel 11:40) y por la bestia que sube del abismo (Apocalipsis 11:7-10). Esta profecía tuvo su cumplimiento en la Revolución Francesa con la deificación de la razón y el establecimiento de las bases de la pseudo religión del humanismo secular.
Este movimiento se apoya en la creencia que la razón del hombre es suficiente para responder a las inescrutables interrogantes y necesidades de la vida, y que no existe Dios ni absolutos morales. Esta corriente filosófica ha sido una de las ideologías más preponderantes en el mundo desde finales del siglo XVIII hasta hoy. Según Apocalipsis 11:8, el humanismo presenta dos características distintivas: la creencia atea de origen egipcio sobre el verdadero Dios, y la inmoralidad de Sodoma.
El ateísmo y la inmoralidad del humanismo secular están ganando terreno en los Estados Unidos. La ideología humanista prepondera en la mayoría de los programas gubernamentales, en las instituciones de educación superior, en los curriculums educativos utilizados en las escuelas primarias públicas y en el movimiento homosexual, entre otros. Como consecuencia, América se ve envuelta en la misma vorágine de degradación que experimentó Francia a raíz de la Revolución. El desgaste de la fuerza moral erosiona cada vez más las bases de la sociedad americana.
La prevaleciente epidemia de homosexualidad, adulterio, crimen y otros actos degradantes no debería sorprendernos.
La Biblia lo considera como el resultado inevitable de exaltar la razón por sobre la verdad de Dios. “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad… sin afecto natural… quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 1:28-32).
El humanismo religioso
La iglesia cristiana tampoco se ha librado de la perniciosa influencia del humanismo. La Iglesia Luterana Evangélica (ELCA), en su documento “La sexualidad humana y la fe cristiana (diciembre de 1991) desafía a sus miembros a evaluar los prejuicios contra los homosexuales, aduciendo que “lo que como individuos encontramos ofensivo no es necesariamente pecaminoso”. Además agrega: “Debemos hacer una distinción entre la percepción del acto homosexual en los tiempos bíblicos y en el tiempo actual”.
El grupo de expertos conformado para redactar este documento titulado, “La iglesia y la sexualidad humana: una perspectiva luterana” (octubre 1993), expresó al momento de su publicación que “reconoce que muchos luteranos toman literalmente las palabras condenatorias de la Biblia contra la homosexualidad... Pero instan a los miembros a desafiar tales posturas. Sostienen que ‘una interpretación bíblica seria’ aprueba e incluso bendice las uniones entre parejas del mismo sexo, y enfatiza que lo que expresa esta interpretación es el preeminente mandamiento bíblico: ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’ ”.1
La Iglesia Metodista Unida, también ha convocado paneles con el objetivo de decidir si la homosexualidad es pecado. Aunque las propuestas para relajar las restricciones en contra de la homosexualidad fueron rechazadas, el panel de 1991 estuvo de acuerdo con que las referencias bíblicas sobre las prácticas sexuales no deben considerarse de efecto obligatorio “solo porque están en la Biblia”.2
Probablemente, la iglesia que más alejada se encuentra de las enseñanzas bíblicas en relación a este asunto, es la Iglesia Unida de Cristo, ya que permite la ordenación de ministros homosexuales.3
Este tema es un ejemplo de los muchos, en los que las iglesias ponen su razonamiento por encima de los mandamientos de Dios. Pese a tener miembros sinceros y dedicados, estas organizaciones religiosas son tan culpables como los secularistas de comulgar con el humanismo. Lo que practican es “humanismo religioso” en lugar de “humanismo secular”. Las personas que continúen apoyando este humanismo con apariencia de cristianismo, integrarán las filas de los que le dirán a Jesús en el día del juicio: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”
Tristemente, Jesús les responderá: “Nunca os conocí; ¡apartaos de mí, hacedores de maldad!”. Reconocerán demasiado tarde que el humanismo religioso es incapaz de salvar el alma. “No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21-23).
Otra instancia en la que la Iglesia ha seguido sin ponderar los principios humanistas, es en la elección del domingo como día de adoración. La Biblia expresa sin ambigüedades que el séptimo día, el sábado, es el día en que el pueblo de Dios debe reunirse para adorar todas las semanas y para descansar de su trabajo. Curiosamente, la Iglesia Católica asevera que el sábado es el verdadero sábado bíblico y que la adoración del domingo no está fundamentada en la Palabra de Dios, sino en la tradición. En su libro, “Plain talk about the Protestantism of Today” (Hablando claro sobre el protestantismo de hoy), Monseñor Segur admite que la observancia del domingo “no solo no tiene base bíblica, sino que está en flagrante contradicción con lo que ésta dice, que hay que descansar en el día de reposo, que es el sábado”.4 Otros escritores católicos coinciden. “La palabra 'sábado' significa descanso, y el sábado es el séptimo día de la semana.
¿Por qué entonces los cristianos observan el domingo en lugar del día que la Biblia menciona?... La iglesia primitiva cambió el día de reposo del sábado al domingo... este cambio se basa en la autoridad de la Iglesia Católica y no en un texto explícito de la Biblia”.5 “Guardamos el domingo en lugar del sábado porque la Iglesia Católica transfirió el santo día de adoración de sábado a domingo”.6
Por su parte, los no católicos aducen sus propias razones para guardar el domingo. Pero los hechos históricos y las Escrituras son persistentes y confirman la veracidad de las aseveraciones de los autores católicos. La Iglesia Católica cambió el día de adoración sin la autorización de la Biblia. Con el debido respeto a los observadores del domingo, las iglesias y los pastores que presenten razones convincentes acerca del porqué no es necesario obedecer el cuarto mandamiento, siguen una línea de pensamiento tan erróneo y endeble como la tela de araña. Todas las argumentaciones que incitan a la desobediencia tienen algo en común: el humanismo. Colocan los razonamientos del hombre por encima de las ordenanzas claras de Dios.El cuerno pequeño y el humanismo
Dios quiere que huyamos del humanismo. Nos advierte en contra de su influencia mortal y nos muestra cómo se infiltra en la iglesia. Empleando el símbolo del cuerno pequeño en el capítulo 7 de Daniel, Dios predijo que el Anticristo sería humanista. “Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño… y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas.” (Daniel 7:8). Note que este cuerno pequeño no tiene los ojos del Espíritu, sino “ojos humanos”. Se observa aquí que el Anticristo carece de discernimiento espiritual y que percibe la vida desde la perspectiva humana.
Su criterio con respecto a la verdad es “¿Qué pienso yo?” en lugar de “¿Qué es lo que ordena Dios?” Esto es anticristiano. Jesús enseñó que nuestra voluntad debe estar sometida a la voluntad de Dios. Él oró a Su Padre, “No sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
Los cristianos ven las cosas desde la perspectiva de Dios (2 Corintios 4:18). No basan sus decisiones en razonamientos humanos, sino más bien en el fundamento eterno de la verdad y la soberana voluntad de Dios. Los cristianos se plantean las siguientes interrogantes: “¿Cuál es la verdad de Dios?” y “¿Cuáles son sus promesas?” Obedecen sus mandatos a la vez que reclaman sus promesas.
Debido a que el Anticristo mira las cosas desde el punto de vista humanista, sus actos son audaces y temibles. Hace declaraciones que son contrarias a la verdad de Dios. “Y hablará palabras contra el Altísimo… y pensará en cambiar los tiempos y la ley...” (Daniel 7:25). La máxima expresión de su humanismo es inducir a la gente a pensar que la ley de Dios ha cambiado.
Ha atacado con saña las leyes que exaltan a Dios como Creador: el segundo y el cuarto mandamiento. El segundo mandamiento prohíbe hacer imágenes esculpidas e inclinarse ante ellas.
En la guerra milenaria contra el Creador, el diablo ha utilizado al cuerno pequeño para arremeter contra este mandamiento. Durante la Edad Media, la iglesia papal transigió el segundo mandamiento e introdujo la adoración de imágenes en el culto cristiano. Hoy en día, el catecismo católico omite el segundo mandamiento de la Biblia, alejando así a las personas de su Creador.
Otra ley que ha sido “cambiada” por el cuerno pequeño es el cuarto mandamiento, que también exalta a Dios como Creador. Este mandamiento establece un monumento conmemorativo semanal al Creador, al ordenar la adoración y el cese de las actividades seculares el séptimo día, el sábado. El papado sin reparos admite que fue el perpetrador de este osado acto. Es sorprendente que dicho poder haya tenido tanto éxito en lograr que la mayoría crea que los tiempos y la ley han cambiado. Gran parte del mundo cristiano ha aceptado la transferencia del séptimo día de reposo, el sábado, al primer día de la semana, el domingo.
El apóstol Pablo también entendió el fundamento humanista del Anticristo: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque [la segunda venida] no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:3, 4).
El hombre de pecado, el Anticristo, ocupa el lugar de Dios como cabeza de la iglesia. Se hace llamar Dios y declara que tiene el poder de introducir doctrinas, aunque contradigan las Escrituras. Esto no es más que humanismo: humanos asumiendo una posición de autoridad superior a la de Dios.Los verdaderos creyentes de Cristo
Dios tiene personas en todas las iglesias que confían sin reservas sus vidas a Él en obediencia. De hecho, tiene un mensaje personalizado para advertirnos sobre las transgresiones a su ley y los ataques contra su autoría. Esta advertencia, conocida como el mensaje de los tres ángeles, se encuentra en Apocalipsis 14:6-12.
El mensaje del primer ángel ordena adorar a Dios como el Creador “del cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (v.7). Dios quiere que la humanidad se retracte de las concesiones de la Edad Media. Quiere que obedezcamos todos sus mandamientos—especialmente los que lo honran como Creador. Pero no es posible obedecer sin la ayuda de Dios. La obediencia debe estar cimentada en la fe en Jesús.
Seamos realistas, el sábado es uno de los días más ocupados de la semana. Por eso, es necesaria una relación de fe especial con Dios para obedecerle y guardar su día santo. Ya que la verdadera obediencia solo puede lograrse mediante la fe en Jesús, el mensaje de los tres ángeles se le conoce como “el evangelio eterno” (v.6).
Este triple mensaje nos llama a ser justos por medio de la fe. Justificación simplemente significa “hacer el bien”, hacer lo que Dios ha mandado. La justificación debe emanar de Cristo a través de la fe. Y la fe es un ingrediente activo. La fe produce obras. ¿Más quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (Santiago 2:20-22).
La fe obra por el amor. “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6). Lo que Dios realmente quiere generar, como resultado del mensaje eterno de los tres ángeles de Apocalipsis 14, son personas justas que hayan aprendido a amarlo y a obedecerle. El amor de Dios debe moldear nuestras vidas y convertirse en la influencia dominante que guíe nuestras decisiones. Obedecerán a Dios como Creador porque saben que él los ama y es digno de adoración y de toda obediencia.
Esta experiencia de la justificación por la fe es lo que Dios exige en esta hora de la historia de este mundo: la hora del juicio. El mensaje del primer ángel anuncia: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apocalipsis 14:7). Vivimos en la hora del juicio de la cual se profetizó que tendría lugar justo antes del regreso de Jesús.
Note que Dios quiere que lo adoremos como Creador durante la hora del juicio. ¿Pero qué significa esto en un sentido práctico y real? Pedro hace que la respuesta sea clara. “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios… De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4:17-19).
La experiencia que Dios quiere que su pueblo tenga en la hora del juicio es la de confiar verdaderamente en Él como Creador y comprometerse con Él haciendo su voluntad. Quiere que estén convencidos de su fidelidad y que le obedezcan en base a esta convicción. Dios llama a estas personas “santos” en Apocalipsis 14:12, “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Los santos de Dios han aprendido por experiencia que él cumple sus promesas. Han aprendido que los ama incondicionalmente. Los acepta como estén y les da su poder para obtener la victoria y la obediencia. Los santos de Dios no dudan de la fidelidad de Dios.
¿Cómo podemos demostrar tal fe y confianza? En la vida diaria, nos enfrentamos a situaciones en las que sabemos cuál es la voluntad de Dios, pero no queremos hacerla. Permítanme ilustrar en términos prácticos cómo se manifiesta la falta de fe y de confianza en un creyente. Supongamos que a una persona se le ofrece un trabajo donde tiene que hacer algo, que no está en armonía con las normas cristianas. Bajo los efectos de la tentación, razona: “Necesito un trabajo y este está disponible. ¿Debería tomarlo? Si no lo hago, no puedo pagar mis gastos. Puedo perder mi casa. Estar desempleado puede afectar mi matrimonio. No puedo salir adelante sin este trabajo".
Esta manera de pensar excluye al Dios Todopoderoso de la ecuación. Se enfoca en el problema en lugar de enfocarse en Dios. Como el siervo de Eliseo, solo ve al enemigo y no ve a la hueste de ángeles alrededor, lista a ayudar y librar (2 Reyes 6:8-17).
Muchos de nosotros nos vemos tentados a cometer el mismo error. Aunque adoramos a Dios el fin de semana, vivimos de acuerdo con los dictados de nuestra consciencia durante la semana. Este punto es una piedra de tropiezo en esta era humanista: nunca se debe poner en riesgo la verdad. ¿Por qué? Porque arriesgarla equivale a dudar que Dios es capaz de cuidar de nosotros y que es confiable. ¡Qué maneras de expresar lo que pensamos de Dios cuando ponemos en riesgo su verdad!
Dios hace un llamado para que se altere el orden actual de las cosas. Recordemos que nos ayudará a obedecer si lo esperamos pacientemente. Con fe, aunque nos acosen las pruebas, exclamaremos: “Esperaré a mi Dios para que me ayude a obedecerle. Mientras tanto, no pondré en riesgo la verdad”.
¿Puede el Creador ofrecer oportunidades de trabajo que no requieran faltar a la verdad? ¿Puede proporcionar un compañero cristiano al soltero? ¿Puede reparar matrimonios y enmendar relaciones? ¡Claro que sí! No hay limites para Dios. Él cuenta con recursos y poder infinitos. Pero lo limitamos. Somos impacientes y no esperamos a que ofrezca una solución, a su tiempo. En algunos casos, la solución no se materializa hasta que Jesús venga. Pero la persona que confía en la bondad infinita de Dios aceptará su voluntad. El Sello de Dios
Nos lleva a enfocarnos en un aspecto de vital importancia para que lo entiendan los que no quieren adorar a la bestia. La cuestión acerca de quién adorará a la bestia no es un mero evento futurista. A diario tomamos decisiones sobre si confiamos y obedecemos o no a Dios. El efecto acumulativo de dichas decisiones forma nuestro carácter. El conflicto final entre la bestia y Dios será una oportunidad para revelar el carácter que hemos desarrollado.
¿Entendió lo que dije? Es tan práctico e importante que quiero que se lo grabe en la memoria. A diario tomamos decisiones sobre si confiamos y obedecemos o no a Dios. El efecto acumulativo de dichas decisiones forma nuestro carácter. El conflicto final entre la bestia y Dios, será una oportunidad para revelar el carácter que hemos desarrollado. De esto se trata el sello de Dios y la marca de la bestia.
La marca que recibiremos al final, ya sea el sello de Dios o la marca de la bestia, será la evidencia externa del tipo de carácter interior que hemos elegido formar. Aquellos que reciben el sello de Dios “atestigua[n] que Dios es veraz” y digno de confianza (Juan 3:33). Han aprendido a confiar en Dios, como su Creador y Soberano, en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Por lo tanto, están preparados para afrontar pruebas mayores.
Por el contrario, los que reciben la marca de la bestia han vivido vidas regidas por la autosuficiencia y desobediencia. Día tras día han acallado la suave y delicada voz del convincente Espíritu de Dios por considerarla intrascendente. No tenían idea que decidían su destino final al elegir desobedecer lo que consideraban en ese momento, “pequeñas cosas”. Porque han seguido los principios de autosuficiencia de la bestia, les será fácil recibir la marca de la bestia.
No nos equivoquemos. Vivimos en un tiempo en el que nuestras decisiones diarias no se pueden tomar a la ligera. Se aproxima el día cuando cosecharemos el carácter que escogimos sembrar. En este momento no nos queda más, que decidirnos por el camino que nos conduce a aceptar consciente y deliberadamente la verdad que Dios es amor y merece obediencia. De otra manera, nos encontraremos adorando a la bestia con el resto de la humanidad.
En el tiempo del fin, la evidencia externa que hemos sido sellados con el sello de Dios o marcados con el carácter de la bestia, será visible en el acto de guardar o no el día de reposo instituido por Dios. Desde siempre, el diablo ha luchado con ímpetu en contra del día de reposo de Dios, porque reafirma sus derechos y autoridad como Creador. Por ende, el sábado se convertirá en la línea demarcatoria que divide a los seguidores de Dios de los seguidores del humanismo, quienes han ignorado el llamamiento de Dios.
¿Abandonan a Dios los observadores del día de reposo?
Tristemente, entre los observadores del sábado habrá quienes abandonen al Dios del verdadero sábado que ahora observan. ¿Cómo puede ser posible? Porque no han hecho de Dios el gobernante de su vida entera. Sí, guardan el sábado ahora. Pero honrar a Dios como Creador, implica más que asistir a la iglesia en el día correcto. Aquellos que viven para sí, ya sea que asistan a la iglesia el sábado o no, se opondrán al sábado cuando las condiciones en la tierra lleguen a su máximo punto de ebullición, al final de los tiempos.
Los que dejan de ser parte del remanente de Dios que guardan los mandamientos, no lo hacen de un día para otro. Seguro han seguido los dictados de su propia consciencia desde hace tiempo. ¿Permanecen engañados los que piensan que por conocer las verdades objetivas del evangelio, el sábado, el santuario y el estado de los muertos, etc., serán salvos? Seguro no lo serán, si al mismo tiempo albergan ira, amargura, celos, o desobedecen lo que Dios mismo les ha revelado. Lo que sí es una lección de humildad, es que todos somos propensos a cometer este error fatal. Cuán importante es que busquemos al Señor con todo nuestro corazón para ser partícipes de su misericordia y su gracia, para que Dios inspire en nosotros un amor supremo por Él y una fe inquebrantable.
Vivimos en el momento propicio para seguir a Dios en todo. Hay paz y seguridad. Apocalipsis 7:1-4 dice que durante este tiempo de paz se lleva a cabo el sellamiento del pueblo de Dios. Como ya hemos visto, el sello guarda una estrecha relación con la confianza depositada en Dios y la obediencia por fe. Ahora es el momento de internalizar la verdad que podemos confiar en Dios, obedecerle, y él cuidará de nosotros. Diariamente Dios nos da la oportunidad de desarrollar un carácter piadoso. Pronto soplarán los vientos y llegará el momento de angustia cual nunca fue.
Entonces revelaremos nuestro carácter, no lo desarrollaremos. Alabemos a Dios por las pruebas diarias que ponen a prueba nuestra paciencia y fe en Dios. Estas son las mayores bendiciones con las que podemos contar considerando lo que afrontaremos. Nunca nos ofendan las providencias de Dios. Busquemoslo con todo nuestro corazón y obedezcamosle sin importar lo difícil de las circunstancias.
Recuerde que la transición de seguir a Dios o seguir a la bestia requiere más que un solo paso. Lenta y casi imperceptiblemente ocurre esta transición. La mayoría se negará a la insinuación que algún día adorará a la bestia. Pero al final, para muchos será una acción espontánea. Es el resultado inevitable de las elecciones diarias acumuladas.
¿De qué lado estaremos al final? ¿Adoraremos a la bestia o al Creador? La respuesta depende de las decisiones diarias que tomemos con respecto al lugar que ocupa Dios en nuestra vida. Hoy es el día de darle a Jesús el 100% y ganar, a través de la obediencia, la experiencia de confiar en él como el Creador. ¿Adoraremos a la bestia o al Creador? Es nuestra elección hoy.
Notas al pie de página
1. Briggs David, “Lutheran Sex Study Finished”, The Associated Press, 20 de octubre de 1993.
2. Citado en “National & International Religion Report,” volumen 5, No. 26; 16 de diciembre de 1991.
3. David Briggs, ibíd.
4. Monseñor Segur, “Plain Talk About the Protestantism of Today”, p. 213. Thomas B. Noonan & Co., Boston, 1868.
5. John A. O'Brien, “The Faith of Millions”, Prefacio por el Cardinal Griffin p. 543, 544. W.H. Allen, Londres, 1958.
6. Peter Geiermann, “The Convert’s Catechism of Catholic Doctrine” p. 50. Rockford, IL: Tan Books and Publishers, 1977.